A proposito de la Iglesia en Cuba

Las palabras complacientes y tímidas que recientemente pronunciara el Cardenal Jaime Ortega Alamino, después de su largo silencio a pesar del asesinato político del mártir Orlando Zapata Tamayo, la huelga de hambre de Guillermo Fariñas, las hordas salvajes que practican la Ley del Lynch con toda impunidad; organizadas, dirigidas y arengadas por representantes del régimen, me han provocado una gran vergüenza ajena, no solo por los representantes de la Iglesia Católica dentro y fuera de la isla, sino también por todas las denominaciones que se hacen llamar cristianas y pretenden seguir a Jesús de Nazaret desde ese misma postura silenciosa a veces, complaciente otras indiferentes siempre.

Jesús de Nazaret se opuso con su palabra y su obra a la dominación del Imperio Romano así como a la corrupción en el templo y la casa real.

Su palabra siempre fue un látigo para los corruptos y sus acciones un reto al poder y al status quo de la época que le toco vivir....

Jesús no intento firmar acuerdos con los que oprimían al pueblo, no intentó hacer tratados diplomáticos para encontrar espacios más propicios para llevar su palabra y/o para intentar abrirse espacios dentro de la corrupta sociedad en la que se desarrollo su vida pública.

El se ofreció como “cordero de Dios que quita los pecados” y como tal asumió su misión, divulgo su palabra a todo riesgo, sufrió persecución, soporto mítines de repudio del populacho instigado por los sacerdotes del templo de Jerusalén, tortura y muerte en la cruz; la muerte mas indigna de la época.

Quien se diga representante de Jesús de Nazaret en la tierra, debe estar dispuesto a seguir sus enseñanzas en acción y no en palabras u omision y como él lo hizo, acompañar a su pueblo y sufrir las consecuencias.

Jesús entro a Jerusalén montando un pollino, la cabalgadura más pobre y denigrante, no iba montado en un caballo o en un camello.Con ese acto quiso mostrar su humildad. Nuestros sacerdotes dejan mucho que desear en ese sentido.

Jesús compartió con los suyos las privaciones y las dificultades, y jamás, jamás entro en tratos con los que oprimían y explotaban al pueblo hebreo, por el contrario los fustigo con la palabra y con el látigo.

El evangelio y la catequesis son letra muerta si no se contextualizan, si no se lleva al pulpito en el momento de la homilía las palabras que denuncien y fustiguen los males que padece el pueblo que peregrina con su iglesia.

Un ejemplo de religiosos que han sabido asumir la estatura de aquel al que representan lo tenemos en Monseñor Oscar Arnulfo Romero el cual se volvió célebre por su predicación en defensa de los derechos humanos y murió asesinado en el ejercicio de su ministerio pastoral.

Como arzobispo, denunció en sus homilías dominicales numerosas violaciones de los derechos humanos y manifestó públicamente su solidaridad hacia las víctimas de la violencia política de su país.

Monseñor Romero supo romper con sus ataduras, prejuicios y miedos y entregar su vida mientras consagraba el cuerpo de Cristo, imitándolo, y reclamando lo que él pensaba era lo mejor para el pueblo de Dios que lo seguía y creía en su misión evangelizadora.

Evangelizar es llevar una voz de consuelo y de esperanza, es llevar una buena nueva, y la buena noticia se refiere al tiempo en que se está viviendo, porque la biblia es un libro vivo, no una letra muerta que quedo detenida hace más de 2 mil años.

Se entiende por catequesis una forma de evangelización de los cristianos. Una acción de la comunidad eclesial, una acción de la Iglesia que acompaña a toda la vida y que está siempre en relación con la situación concreta de los hombres, por medio de la cual sus miembros se capacitan para comprender, celebrar y vivir el mensaje evangélico, y para participar activamente en la realización de esta comunidad y en la propagación del evangelio.

Hoy la iglesia cubana (por cierto, no solo la católica) esta como los mercaderes del templo negociando con la pobreza, el dolor y la fe de su pueblo e intercambiando con los verdugos prebendas e indulgencias en detrimento de la doctrina cristiana.

El sacerdocio implica sacrificios reales, más allá del cuestionado celibato y deben asumirse o se está traicionando el ministerio para el que fueron ordenados.